21 ago 2014

VIRGINIA WOLF: ¿SOY UNA SNOB? Walter Benjamin: ¿Qué regalar a un snob?




El texto ¿Soy una snob? es una charla pronunciada por Virginia Woolf en el Memoir Club en diciembre de 1936, con él me convenzo aún más de lo que me gustaría conocerla. En realidad se retrata como una auténtica clasista, absolutamente vencida por los títulos nobiliarios ajenos (como tantos británicos...) pero lo hace con mucha gracia, es alguien a quien se le da bien hablar de sí misma. Desde el punto de vista literario, no es una obra demasiado interesante, aunque los escritores de este nivel escribirían hasta la lista de la compra con gracia y, por supuesto, incluye algunas reflexiones tan lúcidas y acertadas como esta:

"El snob es una criatura de mentalidad revoloteante e inestable, tan escasamente satisfecha de su condición que,  a fin de consolidarla, está siempre alardeando públicamente de títulos u honores, para que los otros crean, y le ayuden a creer, lo que él o ella realmente no cree: que es una persona importante".

¿Qué regalar a un snob? es un breve texto de Walter Benjamin en el que nos aconseja regalar libros a los snobs para provocarles, nos detalla ,además, qué títulos son los más adecuados según el tipo de snob que sea y cómo debemos regalárselo:

Regalar es un arte pacífico. Pero con un snob es preciso practicarlo de manera marcial. Naturalmente, puede presentarse una complicación. si se lo aprecia. En circunstancias extraordinarias hay, sin embargo, soluciones extraordinarias. Son los clásicos del esnobismo, los grandes poetas a los que nada espantaba más al escribir que la perspectiva de resultar ridículos a los ojos del esnob que ellos mimos eran en lo más profundo de sí mismos: `la serpiente´, como lo llamaba Baudelaire en uno de sus poemas. Stendhal (en Insel-Verlag) y Thackeray (en Georg Müller) son los más grandes. Se regalarán, si es posible, en ediciones antiguas. Y si se quiere hacer algo más, escríbase con letra redondeada en el interior: "Navidad de3 1929, de tu..."

17 ago 2014

JONATHAN SWIFT: UNA HUMILDE PROPUESTA Y OTROS ESCRITOS

 
Mi opinión sobre Jonathan Swift coincide perfectamente con lo que Virginia Woolf refleja en Orlando:
"Basta, basta. ¡Detén esa avalancha de hierro que acabará por desollarnos a todos, y a ti también! Nada más claro que ese hombre violento. Es tan grosero, y sin embargo, tan limpio: tan brutal y tan bondadoso. Desprecia al mundo entero, pero le hace mimos a una nena y morirá, ¿quién lo duda?, en un manicomio"
En este librito se recogen algunos de sus textos ensayísticos y satíricos, entre los que destacan:
 
Una humilde propuesta
 
En este texto, que al parecer, algunos coetáneos se tomaron en serio, explica con toda clase de justificaciones convincentes y racionales que la mejor manera de luchar contra la pobreza es comerse a los niños de los pobres cuando tienen alrededor de un año. Este detalle que cualquiera que empiece a leer este texto ya conoce de antemano, no deja de resultar una burrada  escandalosamente divertida cuando se la encuentra escrita:
 
Un americano, conocido mío de Londres y hombre muy instruido, me ha asegurado que un niño sano y bien amamantado constituye, a la edad de un año, un majar de lo más delicioso, nutritivo y saludable, tanto estofado o asado como cocido o hervido, y no albergo ninguna duda de que estaría igualmente bueno en una "ficassée" o un "ragoût".
 
 Me parece una estrategia genial que el consejo de comerse a los niños provenga de un americano y para apreciar mejor el chiste me encantaría conocer cuál era la opinión que tenían sobre la cultura americana en el siglo XVIII. El resto del texto alarga la broma bruta hasta lo inimaginable, sin límites:
`
Por lo que a nuestra ciudad de Dublín se refiere, se establecerán mataderos en los lugares más convenientes y se designarán carniceros de acreditada pericia, aunque yo recomendaría comprar los niños vivos, sajarlos a cuchillo y sazonarlos en caliente, como hacemos cuando asamos los cochinillos.
 
Todo esto hay que leerlo pensando que lo ha escrito un sacerdote del siglo XVIII, utilizando el tono y el tipo de mensaje más empleado durante este siglo:

Declaro, desde lo más sincero de mi corazón, que al promover esta necesaria tarea no persigo otro interés personal que no sea el bien público de mi país, a través del desarrollo de nuestro comercio, la atención infantil, el alivio de los pobres y la satisfacción en cierta medida de los ricos. No tengo hijos por los que pueda aspirar a obtener un solo penique, pues el más pequeño tiene nueve años y a mi mujer ya se le pasó la edad de concebir.
 
Esta última oración del texto me parece una absoluta genialidad, y desde mi punto de vista, hace que el valor literario de este pequeño texto aumente considerablemente.
 
Otros textos destacables que se recopilan en este libro son,
 
Instrucciones a los sirvientes
 
Un texto que imagino que en la época resultaría hilarante, especialmente para los que tenían sirvientes, y que en la actualidad, aunque también resulta divertido, quizás destaca más por la cantidad de información que ofrece sobre pequeños detalles de la vida cotidiana de entonces:

Si se os manda con dinero en efectivo a comprar cualquier cosa a la tienda y sucede que en esa ocasión no os alcanza, gastaos el dinero y cargad las compras en la cuenta de vuestro amo. Esto es para mayor gloria vuestra y de vuestro amo, pues se convierte en hombre de crédito siguiendo vuestra recomendación.
 

Puntos de vista sobre diversas cuestiones
 
En esta pequeña recopilación de aforismos, encontramos expresada claramente la visión del mundo que tras la lectura de su obra presuponemos en Jonathan Swift.

3. ¿Cómo es posible esperar que la humanidad siga un consejo cuando ni siquiera atiende a una advertencia?
26. Una vez que el mundo empieza a tratarnos de mala manera, nos continúa aplicando después el mismo tratamiento con menos escrúpulo o ceremonial, como los hombres hacen con una puta.
49. La muerte de un hombre anónimo es generalmente de tan poca relevancia para el mundo que no puede ser una cuestión de gran importancia en sí misma. Y, sin embargo, de la práctica de los seres humanos no observo que la filosofía o la naturaleza nos hayan curtido lo suficiente comtra el miedo que nos aguarda. Tampoco creo que haya algo que nos reconcilie con nuestro destino, salvo el dolor extremo, la vergüenza o la desesperación, pues la pobreza, el confinamiento, la mala fortuna, la pena, la enfermedad y la vejez, generalmente fallan.
 
También su desagradable misogínia:
 
32. Una pequeña cantidad de ingenio es algo apreciado en una mujer, al igual que nos complacen unas pocas palabras dichas con claridad por un loro.
 
Aunque quizás estos dos aspectos de su pensamiento se aprecien mejor en los siguientes apartados.
 
Puntos de vista en torno a la religión
 
He aquí, el párrafo que, en mi opinión, mejor resume su manera de pensar:

15. Aunque la providencia dispuso que la razón gobernara nuestras pasiones, parece, no obstante, que en dos cuestiones de máxima importancia para la existencia y continuidad del mundo Dios ha querido que nuestras pasiones prevalezcan sobre nuestra razón. La primera es la propagación de la especie, pues ningún hombre se casó nunca siguiendo los dictados de la razón. La segunda es el amor a la vida, que, de seguir los dictados de la razón, todo hombre debería despreciar y desear que tocara a su fin o que nunca tuviera un comienzo.
 
Y este texto, que me temo no es nada satírico, Carta a una jovencísima dama a propósito de su matrimonio vierte sus pensamientos sobre las mujeres:
 
Os recomeindo que en casa se os vea en compañía de hombres, mejor que con mujeres. A decir verdad, hasta ahora nunca he conocido a una mujer soportable a quien le gusten sus congéneres. Confieso que cuando dos mujeres no se conocen, han sido bien escogidas y sacan sus mejores cualidades, puede darse un intercambio de cortesía y buena voluntad, al que, si se añade cierto grado de sensatez, puede hacer de la conversación o de cualquier divertimento algo agradable. Pero de un corrillo de mujeres, entre sí reunidas, es una verdadera escuela de impertinencia y detracción, cuando no algo peor.
 
En la recopilación hay otros textos como Propósitos para cuando llegue a viejo
en el que me sorprendió encontrar este objetivo:
 
No sentir ningún apego por los niños ni dejar apenas que se me acerquen.
 
Me parece que para cuando llegó a esta conclusión ya era demasiado tarde para ser coherente con ella.

13 ago 2014

WILLIAM SHAKESPEARE: HAMLET



Supongo que este es el texto más citado de la historia de la literatura:

HAMLET. -- Ser o no ser: he aquí el problema. Cuál es más digna acción del ánimo, ¿sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darles fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. No más. Y con un sueño la aflicciones se acaban y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir.... y tal vez soñar. He aquí el gran obstáculo; porque el considerar qué sueños pueden desarrollarse en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, se siente un motivo harto poderoso para detenerse. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga, haciéndonos amar la vida. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe el pacífico, el mérito con que se ven agraciados los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrentos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios, cuando el que todo esto sufre pudiera evitárselo y procurarse la quietud con sólo un puñal? ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta, si no fuese porque el temor de que existe alguna cosa más allá de la muerte (país desconocido, de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan, antes de ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esa previsión nos hace a todos cobardes; así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia. Las empresas de mayor importancia, por esta sola consideración, mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¿qué veo? ¡La hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.

Y me toca copiarlo justo el día en que comienzco con la lectura de El hombre rebelde de Albert Camus. Por lo que no puedo evitar la sensación de que estas obras conversan entre ellas. La manera de enfrentarse a la muerte determina la vida de cada individuo, pero también la cultura colectiva y en consecuencia la historia. Me parece que antes del XVIII la vida era algo tan difícil que morir no pintaba tan mal como puede parecernos ahora. ¿Tenían quizás la impresión de que el alma estaba en el cuerpo y por eso llegan a estas recreaciones góticas y ultraconscientes del cuerpo en descomposición?

HAMLET. -- No adonde pueda comer, sino a donde es comido, entre una nomerosa congregación de gusanos. El gusano es el monarca supremo de todos los comedores. Nosotros engordamos a los demás animales para engordarnos, y engordamos a nuestra vez para el gusanillo, que nos come finalmente. El rey gordo y el mendigo flaco son dos platos diferentes, pero los dos sirven a una misma mesa. En esto termina todo.

La actitud ante la muerte también propicia la venganza. Los que amamos la vida, no toleramos que esta le sea arrebatada a nadie y menos a un ser querido, de suceder esto, muchos defenderemos la venganza personal, aunque no la pena de muerte (a lo Sade). Laertes se rebela a la manera que Camus describe: buscando reestablecer el orden, porque nadie, absolutamente nadie debe arrebatar la vida de otro. Ese desorden antinatural solo puede ser pagado con la misma moneda y mientras eso no suceda, todo lo demás debe pasar a un segundo plano. Todos los otros órdenes dejan de ser importantes si el primero no se cumple. Así entiendo yo esta apasionada y perfectamente lógica intervención de Laertes:

LAERTES. -- ¿Y cómo ha sido su muerte...? No, a mí no se me engaña. Váyase al infierno la fidelidad, llévese el más negro demonio los juramentos de vasallaje, sepúltense la conciencia, la esperanza y la salvación, en el abismo más profundo... La condenación eterna no me horroriza; suceda lo que quiera, ni éste ni el otro mundo me importan nada... Sólo aspiro, y este es el punto en que insisto, sólo aspiro a dar completa venganza a mi difunto padre.

Ser mortales nos obliga a esperar o a pensar siempre en la muerte: "no estoy muriendo ahora pero algún día lo estaré", para mí esa es una de las mayores dificultades de estar vivo, saber que se va a morir y no cuándo ni cómo. Para profundizar más en este tema, quizás es mejor ir directamente a Séneca. Pero Shakespeare nos obliga a experimentarlo catárticamente a través de unos personajes más consistentes y creíbles que la mayoría de las personas:
 
HAMLET. -- No, no... Me burlo de tales presagios. Hasta en la muerte de un pajarillo interviene una providencia irresistible. Si mi hora es llegada, no hay más que esperarla; si no ha de venir después, señal que es ahora; y si ahora no fuese, habrá de ser luego: todo consiste en hallarse prevenido para cuando venga. Si el hombre, al terminar su vida, ignora siempre lo que podría ocurrir después. ¿qué importa que la pierda tarde o temprano?. Sepa morir.

15 jul 2014

ALICE MUNRO: LA VIDA DE LAS MUJERES




Las novelas ahora mismo no me interesan demasiado, pero no me costó demasiado leer esta, porque sabía que en cada capítulo iba a encontrarme  al menos con un párrafo que, inmediatamente después de leerlo, querría leerlo de nuevo, en algún caso incluso tras hacerme exclamar. 
Munro tiene una habilidad exquisita para describir  minuciosamente sentimientos con una precisión capaz de hacerte revivir como propias las experiencias de sus personajes:
 
Ser perdonado suscita una vergüenza particular. Tenía calor, no solo por la manta. Me sentía presa, asfixiada, como si no fuera a través del aire que yo tenía que moverme y hablar en este mundo, sino de algo espeso como el algodón. Era una vergüenza física, pero iba más allá de la vergüenza sexual, mi primera vergüenza de la desnudez; de pronto era como si no fuera solo el cuerpo desnudo, sino todos los órganos internos --el estómago, el corazón, los pulmones, el hígado-- los que estaban expuestos e indefensos. Lo más parecido que había experimentado antes era la sensación que tenía cuando me hacían cosquillas hasta que no podía más-- una sensación horrible y voluptuosa de estar expuesta e indefensa, de traicionarme a mí misma--. Y esa vergüenza brotaba de mí, y se extendía por toda la casa y cubría a todos los presentes, incluidos Mary Agnes y tío Craig en su actual estado ausente y desechable. Estar hecho de carne era la humillación. Me veía atrapada en una visión que, en cierto modo, era todo lo contrario de la visión incomunicable, de confusión y obscenidad, de impotencia, que se revelaba como lo más obsceno que podía existir. Pero como la otra clase de visión, esta no podía mantenerse más de un par de segundos, pues se derrumbaba por su propia intensidad, y, una vez extinguida, no era posible reconstruirla ni creer realmente en ella. Cuando empezaron a cantar el último himno del funeral volvía a sentirme normal, solo con la debilidad que cabe esperar de quien ha mordido un brazo humano; los Padres de la Confederación que tenía frente a mí habían retomado sus ropajes y su dignidad verosímil, y me había bebido toda la taza de té, explorando su desconocido sabor a adulto, a importante.

 Pero no desprecia la descripción de sentimientos próximos a la perversión, un tipo de perversión familiar y probablemente inofensiva  :

¡Muerta, la vaca invitaba a la profanación. Quería clavarle el palo, pisotearla, mear sobre ella, cualquier cosa para castigarla, para demostrar que la despreciaba por estar muerta. ¡Apalearla, hacerla pedazos, escupir en ella, rajarla, tirarla! Pero ella todavía emanaba poder, tumbada con su brillante y extraño mapa en el lomo, el cuello estirado y el ojo terso. Nunca había mirado a una vaca viva y pensado lo que estaba pensando en ese momento: ¿por qué debía existir una vaca? ¿Por qué las manchas blancas tenían la forma que tenían, y nunca iban a ser exactamente iguales en ninguna otra vaca o criatura? Mientras recorría el nuevo contorno de un continente, hundí el palo intentando trazar una línea definitiva y me fijé en su forma, como a veces me fijaba en la forma de los continentes o las islas de los mapas de verdad, como si la forma en sí fuera una revelación que estaba más allá de las palabras, y yo pudiera darle sentido, si me esforzaba y disponía de tiempo.
 
Por supuesto, algunos de esos sentimientos son poderosamente femeninos y es fácil reconocerlos por complejos que sean:
Creía que era idiota y sin embargo la admiraba frenéticamente y le agradecía cada pequeña palabra incolora que me arrojaba. Ella alcanzaba una cota de ornamentalidad femenina, de artificialidad perfecta, que yo ni siquiera había sabido que existía; al verla comprendí que yo nunca sería guapa.
Sus reflexiones sobre lo que, como se indica en el título, es caractarístico de la vida de las mujeres son igualmente memorables:
¿Qué era una vida normal? Era la vida de las chicas que trabajaban con ella, las fiestas de homenaje, las sábanas de hilo, las baterías de cocina y la cubertería de plata, ese complicado orden femenino; y, por otro lado, era la vida del salón del baile Gay-la, ir borracha en coche por carreteras negras, escuchar chistes de hombres, soportar y pelearte con hombres y conseguirlos: un lado no podía existir sin el otro, y al asumir y acostumbrarse a ambos, una chica se ponía en camino del matrimonio. No había otra manera. Y yo no iba a ser capaz de hacerlo. No. Me quedaba con Charlotte Brontë.
...
No entendí del todo lo que quería decir, o si lo hice estaba resuelta a oponerme a ello. Mi empeño era oponerme a todo lo que ella decía con seriedad y obstinación. Necesitaba, y daba por hecho, que se preocupara por mi vida, pero no podía soportar que lo expresara en palabras. Además, tenía la sensación de que estas palabras no eran tan diferentes de todos los demás consejos que se daban a las mujeres, a las niñas, consejos que partían de la base de que ser mujer te hacía vulnerabale, que era necesario cierto grado de cautela, seria inquietud y autoprotección, mientras que se suponía que los hombres podían salir y vivir toda clase de experiencias, desechar lo que no querían y volver orgullosos. Sin pensarlo siquiera, yo había decidido hacer lo mismo.

 
Algo con lo que también he disfrutado de esta novela es el análisis de las relaciones personales, tal vez las más analizadas sean las de madre e hija y las de las amigas:
Naomi vivía en Mason Street, yo en River Street; en eso se fundaba nuestra amistad. Cuando me mudé a la ciudada, Naomi me esperaba por las mañanas frente a su casa, que me quedaba de camino. "¿Por qué andas así?", me preguntaba, y yo respondía: "¿Cómo?". Ella se acercaba haciendo extrañas eses, con aire distraído, pegando la barbilla al cuello. Ofendida, me reía. Pero sus críticas reflejaban una actitud posesiva; me sentía asustada y eufórica al descubrir que me consideraba su amiga. Yo nunca había tenido una amiga. Interfería en mi libertada y hacía que me sintiera en cierto modo falsa, pero al mismo tiempo ampliaba y daba resonancia a la vida. Gritar, soltar palabrotas y arrojarse sobre la nieve no era algo que pudieras hacer sola.
Y a esas alturas sabíamos demasiado la una de la otra para dejar de ser amigas.
Aunque también se descubren observaciones acertadísimas sobre las relaciones de pareja, me quedo con esta:
No respondí. Supuse que lo decía por amabilidad. No lo haría. Si hubiéramos sido mayores seguramente habríamos aguantado, habríamos regateado el precio de la reconciliación, habríamos explicado, justificado y tal vez perdonado lo ocurrido, y habríamos afrontado el futuro con ello a cuestas, pero la niñez nos quedaba lo bastante cerca para creer en la absoluta seriedad  y carácter definitivo de una pelea, en lo imperdonables que eran unos  golpes. Habíamos visto el uno en el otro lo que no podíamos soportar, y no teníamos ni idea de que la gente lo ve y continúa, y odia, pelea y trata de matarse de varias maneras, y luego se quiere un poco más.
  

15 may 2014

IAN SVENONIUS: ESTRATEGIAS SOBRENATURALES PARA MONTAR UN GRUPO DE ROCK

 

Ian Svenonius me recuerda cada vez más a Mark Smith, ambos son unos auténticos genios a la hora de gestionar su producto musical sin dejar de resultar creíbles, tienen una personalísima visión del mundo y, probablemente posean algún tipo de poder extrasensorial o capacidad superdesarrollada para atraer a la gente, especialmente a mujeres jóvenes, guapas e interesantes. No hay más que echar un vistazo a las novias que han tocado con ellos en sus grupos.
Después de leer "Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock" he descubierto que yo también podría caer víctima de sus encantos sin dudarlo, porque, ahora estoy segura: este hombre no dice más que verdades como puños, algunas de esas verdades ya las sabía, pero otras, no era capaz ni de imaginarlas. Sí, ya sé que la mayor parte de lo que dice es fruto de la conspiranoia típica de izquierdosos washintonianos y otra parte es delirio de barra de bar, pero, oye, todo muy bien dicho, y en general, aunque no todo sea verdad, no tenemos por qué dejar de pensar que tal vez lo sea, al fin y al cabo, nunca lo sabremos, así que por qué no creerse estas teorías tan plausibles, lúcidas y divertidas.
 
Yo nunca podría explicar tan bien esta certeza:

El ciudadano medio forma parte de una amplia comunidad de aficionados a la música no comprometidos, a quienes no les importa lo que escuchan, aunque tras someterse a una repetición interminable de una canción pueden convencerse de que les gusta. Entre este tipo de personas, la "mala reputación" puede traducirse en influencia política, fama y, por supuesto, riqueza. Paradójicamente, para lograr seducir a esas personas es necesaria una enorme cantidad de capital --obtenido generalmente mediante una confabulación corporativa-- y una fidelidad estricta a las normativas radiofónicas y al statu quo estético.

Otra verdad conocida por todos, es aquella que vincula determindadas personalidades con instrumentos, en esta línea tengo que reconocer que hay una página de Paco Alcázar insuperable sobre este tema, pero Ian tampoco se queda corto:

Al elegir a los miembros de la banda hay que tener en cuenta que los patrones de conducta humanos son flexibles. El instrumento que toca cada persona determinará su actitud, categóricamente. Los bajistas suelen elegirse por su estilo y por lo general son personas calladas y afables. Los guitarristas suelen ser controladores, temperamentales y quisquillosos. Los cantantes, inseguros por la naturaleza altamente personal de su contribución se comportan como políticos. Los baterías son más gregarios, pero a menudo generan problemas de estilo y agresividad. Cuando una persona cambie de instrumento, generalmente cambiará también de personalidad para adatarse a su nueva función.

Igualmente, todos sabemos que Inglaterra está especializada en vendernos la moto, en todo, y que en música es algo descaradísimo, pero Ian lo cuenta con mucha gracia:

Se trata de una treta habitual en Inglaterra, debido al ciclo acelerado de la maquinaria pop y a la atención que dispensan allí las publicaciones musicales. La cultura creada por los viejos semanarios de rock en el Reino Unido persiste y crea un mundo miope en el que el menor capricho, cambio de humor o declaración por parte de una banda se magnifica e hipnotiza a los espectadores, a tiempo que teje un un relato alrededor de las bandas que sería imposible en países más grandes y, por lo tanto, más lentos. En Inglaterra, basta con que un batería cambie de marca de barritas de cereales o que un cantante haga un comentario despectivo casual sobre algún colega de profesión para que todo el país quede paralizado, hechizado, Mientras tanto, su homólogo en Estados Unidos está cruzando Dakota Sur en coche.

Siguiendo en la línea de vendernos la moto, me encantan sus teorías sobre los Beatles, un grupo que para mí siempre será de música infantil (salvo aquello que grabaron drogados con otras cosas):

Si bien los primeros trabajos de los Beatles estaban ya llenos de canciones de amor convencionales para niñas preadolescentes ("She loves you"), más tarde se marcaron como objetivo una franja de edad aún más joven. "Octopus´s Garden", "Magical Mystery Tour", "I am the Walrus", "Hey, Bulldog" y "Strawberry Fields", con una sensibilidad absurda inspirada en las películas de terror gótico, son canciones dirigidas a los niños --que viven fascinados por el terror, una de las especialidades de los Beatles--. Es cierto que la invención del adolescente y su nuevo poder adquisitivo durante los años de posguerra tuvieron una gran influencia en la industria, pero su capacidad económica nunca superó la de los padres, los adultos que compran para los más pequeños. [...] Más tarde, cuando el joven crezca, su banda preferida de la infancia se convertirá en un recuerdo nostálgico, un elemento central de su identidad al que profesará una devoción poco menos que irracional, como el catolicismo para los católicos.

Cuando uno ve algo que considera "bonito" en una película, una obra de arte, una canción o en la vida, en realidad lo que siente es nostalgia de un ideal intuido durante los años de formación, ya casi olvidados. Nos pasamos la vida intentando perpetuar mediante la repetición las cosas que vimos de jóvenes. Atacando la sensibilidad de los más pequeños y ocupando agresivamente su conciencia, los Beatles se aseguraron que varias generaciones de bandas los imitaran, los citaran como su influencia más antigua y les juraran fidelidad eterna, a ellos y a su modelo.

Partiendo del tema de la también es capaz de analizar con gran lucidez el momento actual:

En Estados Unidos, incluso los jóvenes sienten nostalgia y empiezan a acumular recuerdos de la infancia en cuanto perciben que el incinerador tecnológico de la realidad presente se les echa encima sin piedad. Hoy la nostalgia es instantánea, y los recuerdos digitales son exhumandos tras las secuelas inmediatas de cualquier acontecimiento. "¿Por qué las cosas no pueden ser como la semana pasada/ ayer/ hace un minuto?", se preguntan las películas.

En esta línea satírica sobre el presente, me encantó leer estas dos ideas:

Cuando unas décadas más tarde apareció Internet, financiado también como herramienta militar, se convirtió en una especie de extensión de esa `mentalidad de autopista´, con su indiferencia respecto a la humanidad y sus circunstancias. Actualmente, sumidos en el paradigma de Internet y la tecnología digital, las autopistas nos parecen increíblemente arcaicas y, mientras conducimos por ellas, no podemos evitar preguntarnos `¿Por qué no puedo llegar a mi destino mandando un email?´

Actualmente muchas personas han adoptado hábitos "ecológicos" e intentan aplacar la ira que su egoísmo y despilfarro provocan en el planeta a base de ofrendas de residuos cuidadosamente separados

Pero lo que nunca llegué a sospechar es esta explicación de las vedaderas intenciones por las que se expandió el rock and roll:
 
Estados Unidos necesitaba exportar una forma artística y un estilo de vida capaces de seducir a los simpatizantes del bolcheviquismo en las naciones capitalistas y, al mismo tiempo, de instalar una sensación de envidia, temor y humillación en los habitantes del bloque soviético. Además, debía vincular esa forma artística a la promesa de un `estilo de vida´ que conectara con el individualismo y la `libertad´ mística del mundo capitalista, y que llevara a los afectados a racionalizar la brutalidad del desempleo sistémico, las grotescas discriminaciones raciales y un sistema de clases indefendible que otorga claramente todos los privilegios a una casta ungida.

Es posible que lo que define la música rock, mucho más que la electrificación de los instrumentos, sea esa transgresión moentánea: blancos que `van de negros´, negros cantando `música blanca´, burgueses actuando como proletarios, hombres civilizados que se presentan como monstruos, cuerpos que fingen ser máquinas, chicas que quieren pasar por chicos o, con mucha más frecuencia, hombres vestidos como prostitutas de una película de Felini (como en el caso de Poison, los New York Dolls, Prince, L.A. Guns o Motley Crüe). La clase dirigente tolera este cambio de roles dramático y transformador porque mantiene intactas las relaciones de poder tradicionales, que se ven cuestionadas solo de forma momentánea y simbólica, en el contexto de farsa interpretada por una casta artística especial.

Y aunque jamás lo había pensado, creo que todo lo que comenta relacionado con el rock and roll y el sexo es la única explicación posible:

En realidad, el rock `n´roll no es sexo, sino precisamente un sustituto de las conquistas eróticas. Los buenos músicos deben abstenerse totalmetne de mantener relaciones sexuales si quieren conservar su energía chi tanto en el escenario como en el estudio de grabación. La relativa facilidad con que se realizan conquistas sexuales en el mundo moderno es la culpable de que la música contemporánea sea tan asquerosamente mediocre.

Especialmente sus teorías sobre la masculinización del rock y el origen de las groupies:

La industria de la música estaba decidida a sexualizar y, sobre todo, a heterosexualizar su mano de obra, en gran medida andrógina. El mito de las groupies se forjó para evitar que las masas hetero sintieran repugnancia ante la creciente abundancia de pelo largo, pantalones apretados, botas de punta, sensibilidades continentales afeminadas y estilos de vida estrafalarios que se observaban en el ámbito de las bandas.
 
Toda esta obsesión sexual tiene su origen en el golpe de estado patriarcal contra el género del rock que tuvo lugar alrededor de 1964, y es el resultado de que un único sexo tenga que habitar los espacios tanto masculino como femenino, el yin y el yang. Después de que los hombres expulsaran a las mujeres del rock, se vieron obligados a interpretar los dos papeles y a llevar toda la ropa. Como en la antigua Grecia, donde el joven héroe era el objeto único de adoración y deseo, el rock `n´roll dejó un espacio muy reducido para la mujer, más allá del papel de Groupie entregada (y, básicamente, despreciada). Los Beatles, los Stones, Funkadelic o T. Rex se desenvolvieron eun un paraíso narcisista de amor masculino que encumbraba a estrellas en una cabalgata de adoración fálica.

El mito de la groupie arraigó en la imaginación femenina a causa del limitadísimo papel de las mujeres en el mundo del rock, un entorno masculino extremadamente homogéneo, sobre todo a partir de la invasión de los Beatles, los cantantes y los grupos vocales de ambos sexos habían estado más o menos igualados, y bandas femeninas como las Orlons, las Angels, las Crystals, las Corlettes o las Donays competían con los Coasters, los Contours, los Olympics, los Isleys o El Capris.

Creo que hay que tener en cuenta su enfoque sobre este tema para entender que siempre se encuetre tan bien acompañado por mujeres, y es que cómo puede alguna resistirse a esto:
 
El siglo XXI ha sido testigo del advenimiento y consolidación de los grupos femeninos underground, lo que ha provocado un cambio de paradigma que se exacerbará aún más en el futuro. Todavía más severa es la marginalización del roquero hombre. Con el tiempo, asistiremos al desmantelamiento y sustitución de la constelación tradicional y casi exclusivamente masculina de "estrellas" consolidadas. Este revisionismo tan necesario provocará un registro de pseudoeventos tan irreales y quiméricos como el chovinismo masculino de la erudícción roquera que hemos conocido hasta hoy.

En definitiva, todo nos iría mucho mejor si hubiese más Ian Svenonius por el mundo, no solo en el de la música. Ian Svenonius es, verdaderamente, mi tipo de hombre, incluso con esos dientes y el gato muerto que lleva en la cabeza:





 

23 abr 2014

VIRGINIA WOOLF: ORLANDO



Para mí es inevitable pensar que me hubiese encantado conocer a Virginia Woolf, aunque siendo realista, lo más probable es que de haberla tratado no hubiese llegado a sacar de ella lo que se saca de sus libros. Esto pasa probablemente con toda la humanidad y es una cosa en la que pienso a menudo, pero no es para tratarla aquí y ahora. Digamos que la "magia" (esta mujer siempre me hace decir palabras vergonzantes) es poder acceder a la mente de personas que de otra manera no podrías llegar a conocer nunca. El caso es que Virginia Woolf me da esa sensación de ser alguien de aquí y ahora, alguien mucho más cercano que muchos otros escritores y personas que tengo a mi alrededor en general, por cierto.
 
Y es que Orlando no es una novela, es una broma que te cuenta una amiga muy cercana, un cuento que no pretende que te creas porque es sólo una excusa para hablar de lo que ella quiere: política,  amor, historia y sobre todo literatura. Además no quiere que te la creas porque está haciendo la literatura que le gusta, la de jugar, la que hacía su querido Sterne, por ejemplo.

Poco a poco, Orlando se dio cuenta de que no era idéntica a los gitanos y llegó a vacilar en su decisión de casarse con uno de ellos y establacerse ahí para siempre. Al principio quiso explicárselo, razonando que ella era hija de una raza antigua y civilizada, y que los gitanos eran un pueblo ignorante, apenas superior a los salvajes. Una noche que la interrogaban sobre Inglaterra, no pudo menos que describir con orgullo su casa natal, sus trescientos sesenta y cinco dormitorios y el hecho de que hacía cuatrocientos o quinientos años que estaba en posesión de su familia. Sus antepasados eran condes, y hasta duques, agregó. Al decir esto, notó que los gitanos estaban incómodos; pero no irritados como ante sus elogios anteriores de la naturaleza. Ahora estaban corteses, pero molestos como se ponen las personas bien educadas cuando un forastero declara su pobreza o su origen humilde. Rustum la siguió al salir de la carpa y le dijo que no se preocupara de que su padre fuera un duque y poseyera todos esos dormitorios y muebles. Nadie, por eso, pensaría mal de ella. Orlando nunca había sentido tanta vergüenza. Entendió que Rustum y los otros gitanos consideraban que una ascendencia de cuatrocientos o quinientos años era menos que modesta. Para el gitano, cuyos antepasados habían levantado las pirámides siglos antes del nacimiento de Cristo, la genealogía de los Howard y los Plantagenet no era ni mejor ni peor que la de los Smith y los Jones: ambas eran insignificantes. Además, en un medio en que el último pastorcito es de tan antigua estirpe, nada hay especialmente memorable o deseable en un viejo linaje: los vagabundos y los pordioseros lo tienen. Y, aunque era demasiado cortés para decirlo abiertamente, era evidente que el gitano pensaba que ninguna ambición es más vulgar que poseer cientos de dormitorios (estaban en la cumbre de una colina, era de noche; las montañas crecían alrededor) cuando la tierra entera es nuestra. Desde el punto de vista gitano, un duque, entendió Orlando, era una especie de logrero o ladrón que había arrebatado tierra y dinero a quienes la desdeñan, y que no había pensado en nada más ingenioso que en edificar trescientos sesenta y cinco dormitorios cuando basta con uno, y ese uno está de más. No podía negar que sus mayores habían acumulado campo sobre campo, casa sobre casa, dignidad sobre dignidad; pero que ninguno había sido un héroe o un santo o un bienhechor del género humano. Tampoco podía dejar de reconocer (Rustum era demasiado caballero para insistir, pero ella comprendió) que cualquier hombre que hiciera ahora lo que sus antepasados habían hecho trescientos o cuatrocientos años antes, sería considerado —sobre todo por su propia familia— un arribista, un intruso, un aventurero, un nouveau riche.

Trató de contrarrestar esos argumentos con el método habitual aunque oblicuo de imputar a la vida de los gitanos rudeza y barbarie; y así, en muy poco tiempo, hubo mala sangre y hostilidad. Lo cierto es que esas diferencias de opinión suelen engendrar sangrientas revoluciones. Por menos han entrado a saco en ciudades, y un millón de mártires ha preferido morir en el tormento a ceder una pulgada de su parecer. No hay, en el tumultuoso pecho del hombre, una pasión más fuerte que la de imponer su creencia a los otros. Nada puede secar la raíz de su dicha y llenarla de ira como saber que otro desprecia lo que él venera. Whigs y tories, liberales y laboristas, ¿qué razón les mueve a guerrear sino su prestigio? No es el amor de la verdad sino el deseo de prevalecer el que opone un barrio a otro barrio y hace que una parroquia premedite la ruina de otra parroquia. Todos prefieren la paz de espíritu y la sujeción de los otros al triunfo de la verdad y a la apoteosis de la virtud —pero esas moralidades pertenecen al historiador, y debemos dejárselas, porque son más aburridas que un día de lluvia.

 


26 feb 2014

VIRGINIA WOOLF: UN CUARTO PROPIO


Si pudiera elegir un personaje histórico vivo o muerto con quien tener una cita para charlar, estoy bastante convencida de que escogería a Virginia Woolf, sobre todo si me garantizan que no la iba a pillar con una bajona como la que la llevó al suicicio. Esta decisión la he tomado después de desechar a otros dos angloparlantes como candidatos a esta cita ideal: William Shakespeare, por aquello de que, al parecer, en su día a día era una persona de lo más normal y a Laurence Sterne, básicamente porque creo que le sofocaría estar en presencia de una mujer del siglo XXI y me da la impresión de que la conexión no sería muy natural, al fin y al cabo, por muy extraño que sea dentro de su siglo, no deja de ser un hombre del siglo XVIII. Por otra parte, Virginia Woolf los contiene a ambos, así que me llevaría una especie de tres por uno.
Aún así, he de reconocer  que he tardado una barbaridad en leer su obra, debido a graves y estúpidos prejuicios, unos míos y otros impuestos por la propia cultura. Virginia Woolf me venía asociado a estos conceptos: feminismo--resentimiento + suicidio--depresión = aburrimiento, blandurrismo etc... Pero las fuerzas externas que me empujan hacia las lecturas adecuadas en el momento adecuado acertaron completamente cuando me colocaron este libro en las manos, me di cuenta enseguida al encontrarme con este párrafo:
 
"Así volvía a mi albergue, y al atravesar las calles oscuras meditaba en esto y aquello, como se medita al cabo del día. Consideré por qué razón Mrs. Seton no tenía dinero que dejarnos; y qué efectos ejerce la pobreza sobre la mente, y cuáles la riqueza; y recordé los caballeros rarísimos que vi aquella mañana con estolas de piel sobre los hombros; y recordé que si alguien silbaba uno de ellos salía a galope. Y pensé en el órgano retumbando en la capilla, y en las puertas cerradas de la bibliteca y pensé qué desagradable sería quedarse fuera; y pensé que sería más desagradable quedarse adentro; y pensando en la seguridad y prosperidad de un sexo en la pobreza y la incertidumbre de otro y en el efecto de la tradición y de la falta de tradición en la mente del escritor, acabé por pensar que ya era tiempo de arrollar la cáscara arrugada del día, con sus impresiones y discusiones, con su enojo y su risa, y arrojarlo por la borda. Mil estrellas brillaban en los desiertos azules del cielo. Yo estaba como sola con una sociedad inescrutable. Dormían los seres humanos, postrados, horizontales, mudos. Ni un alma se movía en las calles de Oxbridge. Hasta la puerta del hotel se abrió al toque de una mano invisible, ni un sereno esperaba para alumbrarme; tan tarde era."
 
 Me dan ganas de calificar su estilo de "delicioso", pero me contengo dándome una colleja. La verdad es que me abruma esa capacidad suya de ascender y descender, salir y entrar, mezclar lo suyo con lo de todos, con ese lirismo y ese sentido del humor que solo pueden ser indicio de que estamos ante un ser excepcional.
 
Por otra parte, su feminismo y su análisis de la historia y la política, no son más que auténtica y pura lucidez:
 
"Profesores, maestros de escuela, sociólogos, curas, novelistas, ensayistas, periodistas, hombres sin otra calificación que no ser mujeres, acosaron mi pregunta simple, y sencilla. ¿Por qué son pobres las mujeres?, hasta que se conviritió en cincuenta preguntas; hasta que las cincuenta preguntas se tiraron frenéticas al río y las arrastró la corriente".

"Por eso Napoleón y Mussolini insisten con tanto énfasis en la inferioridad de las mujeres, porque si ellas no fueran inferiores, ellos no serían superiores. Eso en parte explica lo necesarias que son las mujeres al hombre. Y también explica lo nerviosos que éstos se ponen bajo la crítica de aquéllas; la imposibilidad de que una mujer opine que tal libro es malo, o tal cuadro es flojo, sin provocar más sentimiento y más ira que si opinara un hombre. Pues si ella quiere decir la verdad, la imagen del espejo se encoge; su capacidad vital disminuye. ¿Cómo puede seguir haciendo justicia, educando salvajes, dictando leyes, escribiendo libros, vistiendo de etiqueta y discurseando en banquetes, si no se puede ver a sí mismo en las horas del almuerzo y de la comida, agrandado dos veces."

"Mi tía, Mary Beton, debo decirlo, murió de una caída de caballo, cuando iba a tomar el aire de Bombay. La noticia de mi herencia me llegó una noche casi al mismo tiempo que pasaba la ley concediendo el voto a las mujeres. Una carta de abogado cayó al buzón y al abrirla supe que tendría quinientas libras al año para toda la vida. De los dos -- El voto y el dinero-- me ha parecido mucho más importante el dinero."

"Es notable, pensé, guardando el cambio en mi cartera, la transformación que una renta fija opera en el carácter de las personas. No hay fuerza humana que me pueda arrancar mis quinientas libras. Alojamiento, ropa y comida son míos para siempre. No sólo cesan la labor y el esfuerzo, sino la amargura y el odio. No necesito odiar a ningún hombre; no me puede hacer mal. No preciso adular a ningún hombre; no tiene absolutamente nada que darme. Imperceptiblemente adopté una nueva actitud hacia la otra mitad del género humano. Era absurdo culpar a una clase o a un sexo; en conjunto.
Grandes masas de gente nunca son responsables de lo que hacen. Obran bajo el imperio de instintos que no pueden controlar. También ellos, los patriarcas, los profesores, tienen que luchar con infinitas dificultades, son infinitos estorbos. De algún modo su educación era tan deficiente como la mía. Había engendrado en ellos fallas no menos grandes. Es verdad que tenían dinero y poder, pero a costa de hospedar en su pecho un águila, un buitre que no cesaba de arrancarles el hígado y de sacarles de raíz los pulmones, el instinto de posesión, la furia adquisitiba que los impulsa a codiciar infinitamente los campos y los bienes ajenos, a dibujar fronteras y banderas, a fabricar barcos de guerra y gases tóxicos, a ofrecer sus vidas y las de sus hijos. Pasen ustedes bajo el arco del Almirantazgo (yo había llegado a ese monumento) o alguna otra avenida dedicada a trofeos y a cañones y piensen en la clase de gloria que se celebra ahí. O miren en el día de sol al corredor de Bolsa y al procurador metidos en su casa para ganar dinero y más dinero, cuando se sabe que quinientas libras al año nos mantienen vivos en el sol. Qué desagradable es tener que mantener esos instintos, reflexioné."

"Ninguna muchacha pudo haber caminado hasta Londres y esperar en las puertas de los teatros y abrirse camino hasta el empresario sin hacerse violencia y sufrir una angustia quizá irracional, porque la castidad puede muy bien ser un fetiche inventado por ciertas sociedades por razones desconocidas, pero no por eso menos inevitable. Entonces, y aun ahora, la castidad tiene una importancia religiosa en la vida de un mujer, y se ha compenetrado de tal modo con instintos y nervios que desligarla y sacarla a la luz del día exige un valor de los más raros. Vivir una vida libre en Londres en el siglo XVI tiene que haber significado para una mujer que era también poeta y dramaturgo una tensión nerviosa y un dilema que bien pudieron matarla. Si hubiera sobrevivido, todo lo escrito por ella hubiera sido retorcido y deforme, fruto de una forzada y mórbida imaginación. E indudablemente, pensé, mirando el estante donde no hay dramas escritos por mujeres, su obra hubiera salido sin su firma. Seguramente hubiera buscado ese refugio. Un resto del sentido de castidad dictó el anónimo a las mujeres aun en el siglo XIX. Currer Bell, George Eliot, George Sand, víctimas todas de discordia interior como sus escritos lo prueban, quisieron ineficazmente velarse bajo un nombre viril. Así rindieron homenaje a la convención, tan abundantemente fomentada por el otro sexo (la gloria principal de una mujer es que no hablen de ella, dijo Pericles, hombre de quien todos hablaban), de que la publicidad en las mujeres es detestable."
 
Por otra parte, Virginia Woolf es una genial lectora y, a diferencia de otros autores, reconoce siempre que puede sus deudas como escritora. Esa admiración por sus referentes literarios me ha revelado lo sospechosa que resulta su ausencia en los demás. Su conocimiento sobre la obra de otros autores y, especialmente en esta obra, de autoras, le permite llegar a la tesis que defiende en esta conferencia sobre "Las mujeres y la novela" que le invitaron a dar:

"Si una mujer escribía, tenía que hacerlo en la sala común. Y, como se hubo de lamentar Miss Nightingale con tanta vehemencia --"las mujeres nunca tienen una media hora... que sea realmente de ellas"--, siempre la interrumpían. Sin embargo, sería más fácil escribir prosa y novelas en la salita que versos o que un drama. Se requiere menos concentración. Hasta el fin de sus días Jane Aunsten escribía así. "Cómo fue capaz de realizar todo esto --escribe su sobrino en sus memorias-- es sorprendente, porque no tenía un estudio aparte y mucha de su obra tiene que haber sido compuesta en la sala común, sujeta a toda clase de interrupciones. Debía cuidar que los sirvientes o las visitas, las personas que no fueran de su familia, no sospecharan su tarea." Jane Austen escondía sus manuscritos o los tapaba con un papel secante. Además, todo el aprendizaje literario que una mujer tenía en los principios del siglo XIX era la observación de caracteres, el análisis de la emoción. Su sensibilidad había sido educada durante siglos por las influencias de la sala común. Los sentimientos de las gentes estaban siempre ante sus ojos."
 
Cuando creía que  su genialidad no me iba a sorprender ya de ningún otro modo, descubro su humor, su ingenio y su valentía, al hablar, por ejemplo, de lesbianismo:

"Y dispuesta a cumplir mi deber como lectora si ella cumplía el suyo como escritora, volví a la página y leí... Siento cortar de un modo tan brusco. ¿Hay hombres presentes? ¿Me prometen ustedes que esa cortina roja no oculta la figura de Sir Charles Biron? ¿Me lo juran, todas somos mujeres? Entonces les puedo decir qu las primeras palabras que leí eran estas: "A Chloe le gustaba Olivia...".No se asusten. No se sonrojen, Admitamos aquí entre nosotras que estas cosas suceden. A veces a las mujeres les gustan otras mujeres."
 
Es comprensible que esté al borde de terminar de decir que se trata de algo "Delicios..." Pero, aún hay más, ya lo he dicho antes Virginia Woolf es una gran lectora y una humilde y agradecida gran escritora, por eso sabe muy bien por qué hay que escribir... lo que sea:
 
Pero, objetarán ustedes, ¿a qué atribuir tanta importancia a la composición de libros por mujeres, cuando, según yo misma admito, requiere tanto esfuerzo, conduce tal vez a que asesinemos a nuestra tía, hace con casi toda seguridad que lleguemos tarde a almorzar, y puede provocar discusiones graves con hombres muy simpáticos? Mis motivos, lo confieso, son en parte egoístas. Como la mayoría de las inglesas incultas, me gusta leer, me gusta leer libros en montón. Últimamente mi régimen ha sido algo monótono: la historia trata demasiado de guerras; la biografía, demasiado de grandes hombres; la poesía ha mostrado, me parece, una propensión a la esterilidad, y la novela, pero ya he destacado bastante mis capacidades como crítica de literatura moderna y no diré una palabra más. Por eso les ruego que escriban toda clase de libros, por trivial o por vasto que sea el tema. Por las buenas o por las malas, espero que ustedes adquirirán bastante dinero para haraganear y viajar, para considerar el porvenir o el pasado del mundo, para soñar sobre los libros y demorarse en las esquinas y dejar que la línea del pensamiento se sumerja hondo en el río".